Tal y como afirmó Schuster (2011), a comienzos del nuevo milenio, la economía mundial ya había experimentado graves crisis derivadas del creciente endeudamiento tanto en el sector privado como en el público, entre otros. Al mismo tiempo, la Unión Europea (UE) adoptó una moneda común e implementó un conjunto de políticas destinadas a unificar el panorama económico de la región y aumentar la competitividad de las economías en desarrollo. Si bien la idea de la convergencia en la Unión Europea parecía factible y atractiva para los responsables de las políticas, la situación macroeconómica mundial había provocado la formación de varias burbujas en los mercados financieros, tanto en Los Estados Unidos como en la UE. Posteriormente, esto condujo a una contracción en la UE y pérdida de confianza en los mercados financieros.
Además, la crisis de la deuda soberana de Europa, que comenzó en enero de 2010, ha puesto al descubierto las deficiencias en la gobernanza de la Unión Monetaria Europea (UEM) y ha mostrado los límites de su marco de cooperación política. Tiene sus raíces en los desequilibrios dentro de Europa, en las debilidades estructurales de su modelo de crecimiento, con la posibilidad de que el producto potencial de la región se haya reducido de forma permanente, y en las diferencias dentro de la región. Sobre todo, la crisis ha amenazado intrínsecamente los fundamentos políticos de la unión monetaria y una mayor integración en Europa. Sin embargo, cada país sufrió causas diferentes para el desarrollo de esta crisis. En algunos de estos, el aumento de la deuda privada derivada de una burbuja inmobiliaria causó incrementos significativos en las deudas soberanas por los rescates estatales a los bancos quebrados y la fragilidad económica post-burbuja.
Desde Silk Banca de Inversion vemos que existe una contradicción fundamental entre los dos objetivos igualmente importantes y necesarios de la consolidación fiscal y el crecimiento económico, especialmente dentro de las limitaciones impuestas por el régimen de tipo de cambio fijo en la zona del euro. Dado el marco de tiempo limitado impuesto por los mercados financieros a la zona del euro, la consolidación fiscal solo puede lograrse mediante un doloroso proceso de deflación interna (Subacchi y Pickford, 2012). Bajo las circunstancias correctas, este proceso es una forma de aumentar la competitividad; de hecho, es el proceso que atravesó Alemania en los años 2003-2007 para lograr los ajustes en el tipo de cambio real necesarios para competir en un régimen de tipo de cambio fijo. Sin embargo, el tamaño de la reducción de la deuda para países como Grecia e Italia y, hasta cierto punto, España y Portugal requiere medidas de austeridad fiscal que dañarían seriamente el crecimiento y amenazarían la cohesión social. La solución es entonces generar un reequilibrio dentro del euro donde la carga del ajuste se comparta entre los países deficitarios y con superávit (Bastasin, 2015).
La convergencia en la Unión Europea ha llevado a la unificación de los diferenciales de los bonos entre los países, pero no ha llevado a la unificación de las edades de jubilación. No ha cambiado la actitud de la gente hacia el trabajo y no ha creado infraestructuras que permitan el desarrollo a largo plazo, en cambio, ha creado excesos de consumo que han inflado 10 burbujas de activos en todo el continente y en todo el mundo. Sin embargo, las consecuencias de abandonar el euro por economías débiles / pobres pueden ser horribles para ellos y solo contribuirían a los desequilibrios globales generados por la crisis actual (Alesina y Giavazzi, 2010).
No obstante, creemos que la zona euro sobrevivirá principalmente porque la convergencia iniciada ha contribuido en gran medida a las economías periféricas al haber creado riqueza y alentado el consumo de las personas. Además, el propio Euro ha conducido a la estabilización de las relaciones comerciales y a una menor incertidumbre entre los socios bilaterales.
Referencias
Alesina, A. & Giavazzi, F. (2010). Europe and the Euro. National Bureau of Economic Research Conference Report. Chicago: University of Chicago Press.
Bastasin, C. (2015). Saving Europe: Anatomy of a Dream. New and updated ed. Washington, District of Columbia: Brookings Institution Press.
Schuster, H. (2011). Can Eurozone survive? Should it survive?. International Financial Markets.
Subacchi, P. & Pickford, S. (2012). The Euro on the Brink: ‘Multiple’ crises and complex solutions. Macro Economy Proceedings.